Si
entre todas las voces de tu día,
viniera
hacia ti una distinta,
¿Qué
harías?
Una
voz que encendida y sin pudor
fuera
como tu propia voz que se entrega.
Una
voz que te obligara a encontrarte,
a
dejar que tu piel ardiera por instantes
en
el fuego azul de una tarde.
Si
la voz entrara en un intersticio de tu vida
y
abriéndote como una flor asustada
te
dejara estremecida, quieta, ausente
acosada
por el afán de tu cuerpo
seducida
por la sola palabra
emboscada
por vagos y extenuantes instintos
inducida
al deseo por una poesía clandestina.
Y
si esa voz te lleva a la consumación del amor en el verso,
a
sentirte poseída como en tus sueños secretos,
acariciada
en la profundidad de tu piel más intima,
aquella
que nadie hasta hoy ha tocado.
¿Buscarías
entonces en esa dulce oscuridad de tus anhelos
las
respuestas ardientes que esa otra voz espera?

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