que ha iniciado por la sinuosidad
de tu piel
un recorrido exuberante de ardor
y deseo
que llevará una fiebre animal e
instintiva
hasta tus más íntimos y húmedos
rincones.
Voy haciendo surgir de ti con mis
manos apremiantes
el goce de caricias lujuriosas,
turbias, furtivas,
tus pechos llenos, tus oscuros
pezones,
se ofrecen seducidos por un afán
clandestino.
Ya siento entre mis piernas el
falo eréctil, duro,
hinchado por la desesperación de
la sangre
que ya imagina la caverna
estrecha y ardiente de tu sexo.
Mis dedos, que han encontrado en
tu vientre
la mariposa oscura y húmeda de tu
vulva,
se enredan en la maraña de tu
pubis.
Abultado turgente mi propia mano
encuentra
mi miembro estremecido, duro y
vigoroso,
esperando con urgencia el placer
de aquel vicio solitario.
La mano inicia el íntimo masaje,
empuñando, apretando,
con un frote insistente en la
suave piel que me estremece.
Permaneces quieta, excitada,
enardecida,
solo sintiendo el deleite
escondido de mis dedos
que hurgan en tus instintos más
secretos.
Llevo mi boca a ese lugar de
sumergidos deseos,
un clítoris ansioso donde llegan
al fin mis labios
es atacado sin tregua, sin
respiro, con ansias,
por una lengua ardiente que lo
agita vibrante.
Viene el espasmo, la fluida
eyaculación,
un licor candente y denso cae
sobre las dunas de tu cuerpo.
Siento en mi boca los zumos de tu
orgasmo
surgiendo de ti como de una
vertiente frenética,
viene la desesperada convulsión
de tu vientre,
el éxtasis nos rompe en miles
fragmentos ardientes.
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