Queman mis labios tu cerviz
perfumada
sientes en tus hombros el fuego
de mi aliento
y el húmedo ardor de mi lengua,
tu rostro hundido en los suaves
almohadones
ahoga tu respiración anhelante,
temerosa por el dulce dolor que
presientes.
Me excita el roce lánguido de tu
espalda en mi pecho,
mi verga dura se desliza por el
tibio surco carnal
que entre tus nalgas levantadas
oculta
la apretada abertura del goce
secreto,
voy al clímax de la pasión por
otro camino.
El miembro erecto es como un
animal sigiloso,
como una serpiente rígida y
ardiente
que se desliza gozosa en la
hendidura,
buscando con instinto salvaje
la estrecha abertura sensual,
ese botón floral que espera
latiendo.
Mis manos se aferran a tus
caderas,
he encontrado al fin la diminuta
puerta al placer
y hundo el falo duro con suavidad
gozosa.
Sientes a la vez el dolor y el
deleite,
te cabalgo como un lento corcel
rendido
haciendo vencer en ti el placer
sobre el suplicio
y te entregas y me entrego
y viene el chorro hirviente,
urgido,
que fluye en una corriente
subterránea,
orgánica, furtiva, intima y final.





